Más sobre el cortisol y el estrés (2ª parte)
El cortisol es un elemento clave para comenzar cada nuevo día con las pilas puestas y su deficiencia trae consigo falta de energía, sensación de falta de sueño, a pesar de haber dormido muchas horas, agotamiento y problemas en el desempeño de las tareas diarias o en la toma de decisiones. Esta carencia puede afectarnos a todos, especialmente a las personas sujetas a estrés a largo plazo. Además de aumentar la susceptibilidad al estrés cuando tenemos poco cortisol, el tiempo de regeneración del organismo tras las enfermedades se alarga.
Adrenalina y norepinefrina
La corteza de la glándula suprarrenal es la responsable de producir esta hormona del estrés, en particular, el núcleo produce adrenalina y noradrenalina (secretadas y desechadas en situaciones de lucha o huida). Estas sustancias aumentan la presión arterial y el ritmo cardíaco, por lo que en una situación de estrés, el aumento del flujo sanguíneo, bombeado a mayor presión, logra proporcionar un mejor transporte de oxígeno y de nutrientes a los órganos. El cortisol intensifica el proceso de síntesis de glucosa, el material energético por excelencia. Gracias a estos mecanismos el cuerpo es más eficiente durante una situación que requiere rapidez y dinamismo, como una pelea o una huida.
Estrés y enfermedad
Con el estrés mental, la forma predominante de estrés en nuestra sociedad moderna, nos enfrentamos a los mismos mecanismos que con la lucha y la huida. La única diferencia es que el estrés mental no es una situación de lucha o huida, y no hay necesidad de energía física, ya que la batalla no se libra en el exterior.
Las hormonas del estrés tienen un período de “vida” corto y desaparecen una vez que la situación ha terminado. Desafortunadamente, el estrés mental no termina tan fácilmente y, además, si el estímulo no está bajo control, una situación estresante puede regresar todos los días (por ejemplo, el estrés en el trabajo) y suponer una carga para las glándulas suprarrenales, que producen constantemente adrenalina y norepinefrina, y también cortisol. Efecto: aumenta el riesgo de enfermedades metabólicas, del corazón y del sistema circulatorio, se debilitan las glándulas suprarrenales y se reduce la capacidad del órgano para producir hormonas.
En este blog no abordaremos los métodos para lidiar con el estrés, aunque vale la pena mencionar, por ejemplo, los ejercicios de respiración y la relajación muscular progresiva según Jacobson. Sin embargo, sí dedicaremos algunas palabras al papel de los compuestos naturales, como vitaminas, minerales, oligoelementos, aminoácidos o sustancias vegetales.
Suplementación adecuada
Es sabido que la introducción de suplementos de vitamina C (ver post de la Vitamina C) conducen a una mejora en el funcionamiento del sistema inmunológico y a un retorno más rápido de la concentración sérica de cortisol al nivel de reposo influyendo en la respuesta conductual al estrés. La investigación científica confirma que con el estrés y el aumento de la producción de adrenalina y cortisol, el cuerpo utiliza grandes cantidades de vitamina C, que también es necesaria para apoyar la producción de colágeno y mantener la función cardiovascular, al actúa como un poderoso antioxidante que participa en más de 10 000 reacciones bioquímicas corporales.
Las investigaciones también confirman que la vitamina C reduce los efectos del estrés, mejorando los trastornos de ansiedad y el estado de ánimo depresivo. La ingesta de vitamina C también es beneficiosa para controlar la presión arterial alta relacionada con este mismo estrés.
Las vitaminas del grupo B, también llamadas vitaminas del sistema nervioso, especialmente el ácido pantoténico (B5), están involucradas no solo en el metabolismo de carbohidratos, grasas y proteínas (sin ellas tendríamos un estancamiento metabólico), sino que también juegan un papel importante en el mantenimiento de la función suprarrenal. En un estudio de 1985 en animales en los que se indujo artificialmente la deficiencia de B5, el examen mostró claramente un deterioro en la función del órgano. Esta función mejoró cuando se reintrodujo el ácido pantoténico en la dieta.
El ácido fólico y la vitamina B12 están involucrados en la regulación de la relación melatonina-cortisol, por lo que la suplementación con vitaminas B también parece ser beneficiosa en este caso. La niacina o vitamina B3 es una vitamina responsable del metabolismo energético y de la regeneración de tejidos. Apoya la producción de cortisol, aldosterona y serotonina, la «hormona de la felicidad». En general, la suplementación con vitaminas B en caso de estrés crónico muestra el efecto de reducir el estrés y normalizar la síntesis de cortisol.
La deficiencia de vitamina D puede estar también asociada a una regulación inadecuada de la hormona del estrés cortisol y la hormona de la presión arterial aldosterona. Además, los estudios muestran que los niveles bajos de vitaminas pueden estar asociados con la ansiedad, la depresión y la disminución del rendimiento mental.
Igualmente, el magnesio afecta el equilibrio de las hormonas del estrés adrenalina y norepinefrina. No solo suprime los efectos inconscientes del estrés en el cuerpo (como, por ejemplo, el aumento de la tensión muscular y el aumento de la presión), sino que también reduce la susceptibilidad al estrés.
Y tampoco podemos dejar de nombrar a los ácidos grasos omega 3 – insustituibles para el cerebro y los nervios – ¡recuerda que nuestro cerebro está compuesto en gran parte por grasa! Se ha demostrado el papel de los ácidos grasos omega-3 en la regulación de las consecuencias físicas del estrés (presión arterial, consumo de energía, hormonas del estrés).
Pero, además, existen más compuestos naturales que pueden optimizar la función de las glándulas suprarrenales, como el triptófano o los principios activos vegetales. La suplementación adecuada puede ayudar al cuerpo en caso de estrés a largo plazo y mejorar la función de las glándulas suprarrenales. Esto es importante para atenuar el impacto a largo plazo de exceso de cortisol y los nocivos efectos sobre la salud y el bienestar que el estrés a largo plazo acarrea: agotamiento, depresión, así como susceptibilidad a infecciones, trastornos del sueño o alteración del metabolismo hormonal.
¡Le deseamos poco estrés y mucha resistencia al mismo!

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